martes, 8 de septiembre de 2009

viernes, 7 de agosto de 2009

Visitantes ilustres


Antonio Machado

Tras la muerte de su esposa Leonor en Soria en el verano de 1912, despojado del amor de su vida, Antonio Machado pide traslado fuera de las frías tierras castellanas y será el 1 de Noviembre de ese mismo año, cuando llega como profesor de gramática francesa al Instituto de Bachillerato Santísima Trinidad de Baeza (Ver foto,Antigua Universidad y aula del Profesor)


Durante siete años y hasta 1919, el ilustre poeta lanzará su mente entre olivares al recuerdo de Soria y Leonor, escribirá una de sus obras más importantes, clave en su sentimiento trágico, como es "Campos de Castilla", publicó poesías dedicadas a la ciudad, al paisaje de olivares, y participó en publicaciones y revistas locales como "Idea Nueva". Así mismo, eran conocidas sus tertulias en la Farmacia de Almazán, en el Café Mercantil, los cafés en La Perla, y como no, los solitarios paseos por las Murallas de Baeza y hacia la vecina ciudad de Úbeda por "el camino viejo ..." ,en definitiva, muchos recuerdos que el viajero podrá disfrutar visitando cada rincón histórico de la ciudad, su Aula en el Instituto de Bachillerato, su casa frente al Ayuntamiento, y donde se podrá imaginar sus poemas con sólo caminar en dirección al Paseo de las murallas.

Desde mi ventana,
¡campo de Baeza,
a la luna clara!
¡ Montes de Cazorla,
Aznaitín y Mágina!
¡ De luna y de piedra
también los cachorros
de Sierra Morena!
Sobre el olivar,
Se vio a la lechuza
Volar y volar.
Campo, campo, campo.
Entre los olivos,
Los cortijos blancos.
Y la encina negra,
A medio camino
De Úbeda a Baeza.
Por un ventanal,
Entró la lechuza
En la catedral.
San Cristobalón
La quiso espantar,
Al ver que bebía
Del velón de aceite
De Santa María.
La Virgen habló:
dejalá que beba
San Cristobalón.
Sobre el olivar,
Se vio a la lechuza
Volar y volar.
A Santa María
Un ramito verde
Volando traía.
¡ Campo de Baeza,
soñaré contigo
cuando no te vea!

La importancia de la Cruz



“Entre dos torres doradas,
vide la Cruz milagrosa,
con dos Llaves argentadas,
y las Puertas zafiradas,
sobre sangre generosa.
Soy Baeza la nombrada,
Nido Real de Gavilanes,
tiñen en sangre la espada,
de los moros de Granada
mis valientes Capitanes”

Leyenda del escudo de Baeza


En diversos rincones de las poblaciones y en las altas cumbres de los campos se levantaron cruces. En la ciudad del Jaén, la cruz del cerro del Castillo presidía la ciudad y su entorno. Era la seña de identidad cultural del territorio cristiano frente al nazarí. La cruz suele estar presente en los hechos de armas que acontecen de forma milagrosa. Es el caso de Baeza, muchos años antes, la leyenda de su reconquista está forjada de rebeldía. En unas segundas taifas, Bayyasa, Baeza, se erige capital de un efímero reino que comprendía una amplia zona de Jaén y Córdoba. Su "emir" Allâh-al-Bayyâsi fue vasallo de Fernando III, apoyándole en campañas contra otros emires árabes. Este emir murió asesinado a traición en Almodóvar del Rio y el 30 de noviembre de 1227 Fernando III, el Santo, reconquistó Baeza.


Armados de valor, los cristianos que permanecían asediados en el interior del Alcázar de Baeza, a la espera de la llegada de su Rey, al ver la cruz milagrosa de San Andrés sobre el umbral del portón, decidieron luchar por su tierra. Salieron de la fortaleza y cambiaron las herraduras de los caballos para que pareciera que los caballeros cristianos en refuerzo dispuestos a defender la ciudad ya habían llegado. Parte de los moros, presintiendo lo que se les avecinaba, huyeron a Úbeda y de ahí a Granada, donde se instalaron en un barrio, que posteriormente llevó el nombre de Al-Baicín, de los moros procedentes de Baeza.

De esta leyenda proviene el escudo de mi ciudad; Las torres del Alcázar ( queordenara derruir Isabel La Católica), La Cruz de San Andrés de fuego y las llaves de la ciudad entregadas a Fernando III el Santo.


¿Por qué Nido real de Gavilanes?

"Fuiste nido enhiesto gigante, de los bravos guerreros de ayer..."
(Fragmento del himno de Baeza)



Nido Real de Gavilanes, mi ciudad, Baeza.


El conjunto de dieciocho epígrafes recogido recientemente por arqueólogos confirma la importancia de Baeza en la zona y su identidad con Vivatia, a pesar de que hasta ahora los restos arqueológicos en la ciudad han sido muy escasos, seguramente por las grandes transformaciones urbanísticas del Renacimiento.

En todo caso la epigrafía y los datos de las fuentes escritas permiten hacer un seguimiento de su historia: Ptolomeo señala que Vivatia era una de las ciuda­des de la Oretania, cuya capitalidad se sabe por Strabon que era Cástulo, después Plinio confirma que fue tras la conquista romana una ciudad estipendiaria, es decir que aunque los vivatienses tenían que pagar el tributo a Roma y no eran propietarios de sus tierras, tenían la posesión de éstas, podían dictar sus propias leyes y acuñar moneda.

Por último en la época de Vespasiano, fue convertida en el Municipio Flavio Vivatiense, como un amplio grupo de asentamien­tos ibéricos oretanos. En un pedestal que se con­serva en la ermita de la Yedra se lee: “Al Emperador Cesar Lucio Septimio Pertinaz Augusto Arábigo Adiabetico Partico, pontífice máximo en su once tribunicia potestad, cónsul dos, padre de la patria, óptimo y fortísimo príncipe, la república de los vivarienses". En el 203 después de Cristo Baeza era una típica ciudad romana y los vivatienses se sentían ciudadanos del Imperio.

La ciudad romana de Viatia fue adquiriendo paulatinamente importancia durante el periodo visigodo como lo prueba el hecho de que a lo largo del siglo VII se trasladasen a ella la ceca, es decir la "fabrica de mone­da" que en los reinados inmediatamente anteriores había estado en Cástulo, y aun más significativo, la propia sede episcopal. Esto supone que frente a la decadencia de muchas localidades del Alto Guadalquivir, incluida Cástulo que había sido la más importante, Baeza había ido creciendo en importancia, hasta con­vertirse en una de las principales ciu­dades de la región.

Durante los primeros siglos islámicos (VIII y IX) apenas hay noticias de ella, aunque se sabe que mantuvo su obispo al menos hasta mediados del siglo IX, momento en que se menciona a Saro, el cual apoyó al abad Sansón en su enfrentamiento con Hostégesis, obispo de Málaga. Puesto que este último era uno de los más firmes partidarios de la cola­boración con los emires de Córdoba, es posible que esa actitud del obispo baezano significase la oposición al poder de la comunidad cristiana de la ciudad. Este pudo ser el motivo por el que Abd al-Rahman II fundó Úbeda, poblada por árabes, para controlar la zona oriental de Jaén.

Por lo que se refiere a su tamaño y urbanismo, desde sus orígenes la ciudad debió limitarse al cerro del Alcázar, aunque en los siglos IX y X se produci­ría un lento crecimiento de población, que se concretaría en la aparición de barrios extramuros, y muy posiblemente en la organización de amplías zonas de cultivo en las inmediaciones, aprove­chando el agua de los diversos manantiales del lugar.

La época debió ser de relativa prosperidad, dotándose la ciudad de edificios públicos, como el alminar levantado a finales del siglo X por al-Durrí, fata de al-Hakam II, al que hace referencia una inscripción conservada en Baeza.

Baeza quedó a partir de 1014 situada en la intersección de varios pequeños reinos musulmanes nacidos a raíz de la desintegración del Califato de Córdoba, y pasó de unas manos a otras: Murcia, Almería, Denia, Granada (1057-1077), Toledo (1077), Sevilla (1077-1091), en lo que fue el periodo más agi­tado de su historia.

Esta situación de inestabilidad conduciría a que la población se refugiase dentro de las murallas, por lo que las áreas más próximas al recinto urba­no se rodearían con una muralla, de la que han aparecido restos en las excavaciones de la catedral, junto a la torre del campanario, creándose el segundo recinto.


Luchas fronterizas.

El mismo año de 1224 Fernando III había lanzado su primera campaña contra territorio musulmán. Al-Bayyasí se entrevistó con él en Baños de la Encina estableciendo un pacto, y entre­gándole a uno de sus hijos como rehén. De esta forma se aseguró la ayuda de Fernando frente a posibles ataques de al-Adil, mientras que el rey castellano obtuvo la neutralidad del Baezano, con lo que pudo atacar Quesada, arrasando sus defensas, prosiguiendo después en una larga correría por el Guadalimar y Guadalquivir, llegando hasta las proximidades de Jaén. Al año siguiente, al comienzo de la campaña de verano, Fernando III recibirá el vasallaje efectivo de al-Bayyasí, quién a cambio del apoyo del castellano para controlar el territo­rio de Jaén, debió colaborar con él y entregarle primero Andújar y Martos, y después las fortalezas de Salvatierra, Baños y Capilla, acordándose que mien­tras no se le entregasen estas últimas, habría una guarnición cristiana en la alcazaba de Baeza.



En manos cristianas.

En 1231, un año después de la creación de la sede episcopal, se constituye el concejo de Baeza, que será de Realengo, es decir, dependiente directamente del rey. Y se le señalan unos limites, que durante las décadas siguien­tes se irán ampliando, a medida que se conquisten nuevos territorios.

Los siglos XIV y XV serán de esplendor, aunque en varias ocasiones los nobles intentaran arrebatar a la ciudad parte de sus términos para convertirlos en señoríos. Esta nobleza se organizara con frecuencia en bandos que se enfren­tarán violentamente por el poder en el seno de la ciudad. Los enfrentamientos terminaran a finales del siglo XV, con la enérgica intervención de los reyes, que someterán a la nobleza. Por ello en el siglo XVI las rentas de la ciudad se emplearan en la construcción de edificios públicos, a diferencia de otras ciudades, donde el triunfo de la nobleza permitió a esta apropiarse de las rentas urbanas y construirse suntuosos palacios.